EL VIAJE A SANTIAGO: UN CAMINO LLENO DE VIDA

Todos hemos oído hablar al menos una vez del Camino de Santiago, uno de los peregrinajes más famosos del mundo y que cada año atrae a cerca de 300.000 personas. Este camino, cuya variante francesa ha sido reconocida como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, se ha recorrido a lo largo de la historia desde el siglo XI.
 

Son muchas las razones que empujan a los peregrinos a ponerse en camino, hay quien lo hace por motivos religiosos, quien quiere ponerse a prueba o incluso quien necesita tiempo para encontrarse a sí mismo. Pero, la razón que ha motivado a nuestro embajador Diego Bedeschi, es otra. Diego, que ya hizo el Camino de Santiago en el pasado, decidió aventurarse de nuevo con el objetivo de sensibilizar a las personas en la campaña por la lucha contra la esclerosis múltiple, enfermedad que se le diagnosticó el pasado mes de mayo y que, en principio, lo ha puesto a prueba no tan solo desde el punto de vista físico sino también psicológico (ya hablamos de ello en este artículo).

Diego ha compartido con nosotros su experiencia a lo largo de los 800 km que separan Saint-Jean-Pied-de-Port de la Catedral de Santiago de Compostela, y en este artículo dejamos que sea él quien nos cuente su viaje.

 

EL VIAJE A SANTIAGO

 

La primera parte: un nuevo comienzo

Empiezo mi viaje en Francia, en Saint-Jean-Pied-de-Port, donde el Camino se presenta por todo lo alto, con su semblante más duro. Ya he recorrido estos senderos, los primeros kilómetros son los más difíciles porque enseguida te ponen a prueba, pero está bien: es necesario avanzar paso a paso, vivir el momento y superar las dificultades. El cansancio forma parte del juego, así que debemos aceptarlo y caminar con él.

La primera etapa es la más dura y te sirve para darte cuenta de que sufrirás desde el primer momento puesto que, para llegar a Roncesvalles, debes recorrer 29 km subiendo un desnivel de 1.450 m. A pesar del cansancio, creo que esta es una de las etapas más hermosas porque te sumerges en el maravilloso paisaje de los Pirineos. Debo admitir que el calor y la falta de agua me han puesto a prueba, pero sabía que era capaz de superarla y he seguido caminando.

La segunda etapa es, sin lugar a duda, menos exigente y termina en Zubiri, donde os aconsejo ver el Puente de la Rabia y daros un baño en el río. A su vez, la tercera etapa termina en Pamplona, donde es imprescindible visitar el Puente de la Magdalena y la catedral.

La cuarta etapa, que conecta Pamplona con Puente de la Reina, es una de las etapas más bonitas de esta primera parte del Camino. Los senderos atraviesan extensiones de campos cultivados y si eliges el momento adecuado, podrás contemplar el florecimiento de los cultivos de girasoles y de colza. En esta etapa se llega también al Alto del Perdón, un lugar simbólico en el que se encuentra el Monumento al Peregrino.

En mi viaje surgió un imprevisto que me impidió afrontar la quinta etapa. Justo al salir de Puente de la Reina, las autoridades nos informaron de la existencia de un incendio que hizo que el sendero quedara totalmente intransitable. Por este motivo, yo y los demás peregrinos, nos vimos obligados a coger un autobús hasta Estella, el punto de partida de la sexta etapa. La sexta y la séptima etapa son relativamente cortas y marcan el final de la región de Navarra. A poca distancia de Estella, os recomiendo visitar la finca vinícola Bodegas Irache y ver la Fuente del Vino, una fuente de dos caños, uno con agua y otro con vino.

Los primeros kilómetros en la región de La Rioja no son especialmente difíciles, salvo la décima etapa que va de Najera a Granon. Esta etapa de 28 km atraviesa enormes extensiones de campos cultivados y no ofrece demasiados lugares sombreados o de descanso. Afortunadamente, empiezo siempre a caminar al amanecer, a las 4:30, para poder llegar al destino al final de la mañana y evitar así caminar durante las horas de más calor.

La primera parte de mi Camino acaba justamente en Granon, donde he vivido uno de los momentos más significativos de este viaje, la cena comunitaria en el albergue parroquial. Durante la cena se respiraba un ambiente de armonía y paz y después de cenar se produjo un momento de intercambio en el que los peregrinos explicaban a corazón abierto su historia y su experiencia vital. El albergue parroquial de Granon es un lugar especial, aquí no estampan el sello del Camino en el Pasaporte del Peregrino sino, como dicen ellos, el verdadero sello, el que queda impreso en el corazón.

 

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La segunda parte: el punto de inflexión

Tras los primeros 200 km, el Camino se adentra en el interior. Penetro en la Meseta, un altiplano infinito, soleado y con cultivos de trigo y maíz. A partir de allí, el paisaje se muestra repetitivo, con inmensas extensiones de cereales, siempre iguales, sin solución de continuidad. Aquí, el Camino te pone a prueba psicológicamente y exige mucha fuerza interior, sobre todo si caminas solo. Muchas personas se encuentran mal, otras se quedan sin agua, incluso he visto a alguna presa del pánico por el miedo al fracaso.

Las etapas de esta segunda parte, desde la undécima, que sale de Granon, hasta la vigésima, que llega a León, son prácticamente llanas, pero muy largas y en absoluto no son fáciles. El calor te agota y el cansancio invade cada paso, pero es justamente este esfuerzo, ante sus vacíos inmensos, lo que te reaviva la mente y empiezas a pensar en ti mismo, a reflexionar, a escarbar por dentro. Esta parte del Camino te lleva a un momento de auténtica meditación, en el que puedes contemplar tu interior con sinceridad y sin distracciones. En la Meseta hay quien llora de felicidad y quien lo hace por cansancio. Yo he llorado de felicidad.

Las etapas de la Meseta no atraviesan demasiados lugares habitados, sino que principalmente transcurren entre campos. Es bastante difícil recordar donde estuvimos el día anterior. Uno de los momentos que me quedaron grabados es la cena comunitaria en el albergue parroquial de Tosantos, donde me enseñaron la Canción del Peregrino

La etapa más hermosa de esta segunda parte del Camino fue, en mi opinión, la décima quinta, que va de Hontanas a Boadilla del Camino. Se pasa por Castrojeriz, donde puedes visitar el Monasterio de San Antón, una iglesia desacralizada actualmente en ruinas, pero en la que se puede pernoctar a cambio de un donativo. Pocos kilómetros más allá, existe otra iglesia desacralizada: la ermita de San Nicolás. También existe la posibilidad de pernoctar aquí a cambio de un donativo y me llamó la atención el cartelito colgado por los gestores de este albergue que dice “aquí no existe el wifi, solo existen los abrazos”.

Los 100 km divididos en 4 etapas que van desde Boadilla del Camino a Mansilla de las Mulas se me hicieron interminables. Salir cada mañana a las 4:30 fue mi salvación, porque las temperaturas eran cada vez más sofocantes a primeras horas de la tarde. Si tienes intención de hacer el Camino, acuérdate llevar siempre contigo mucha agua porque puede que no encuentres fuentes de agua durante muchos kilómetros.

La última etapa de esta segunda parte es la vigésima etapa, que llega a León, una ciudad bellísima cuya catedral os aconsejo visitar.

 

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La tercera parte: siento el dolor de la gente

La tercera parte, 5 etapas de León a Villafranca del Bierzo, muestra el aspecto más emocional y espiritual del Camino. En Astorga me encuentro con David, un chico que hace 13 años lo dejó todo para dedicar su vida a ayudar a los peregrinos. Hablando con él y percibiendo el empeño que pone en lo que hace, se consigue comprender el verdadero sentido del Camino. David me enseñó que el Camino es simplemente un camino, pero si quieres encontrar lo que estás buscando no es necesario llegar a Santiago, que es un mero lugar, también puedes encontrarlo 100 km antes. En Astorga puedes visitar el palacio de Gaudí y la maravillosa Catedral de Santa María.

En la etapa vigésima tercera se empieza a subir y pasar por campos verdes y pequeñas aldeas hasta llegar a Forcebadon, de donde parte la vigésima cuarta etapa. Esta etapa, que termina en Ponferrada, es también una de las más simbólicas de todo el peregrinaje porque pasa por la Cruz de Hierro, el punto más alto de esta variante del Camino (1.504 m).

No todos lo saben, pero una tradición dice que cuando uno empieza el Camino de Santiago debe coger una piedra proporcional a sus pecados y la debe llevar consigo desde el comienzo del peregrinaje hasta los pies de la Cruz de Hierro. Este gesto simboliza la liberación de los pecados, o de un peso, a través del sacrificio. La acumulación de piedras a lo largo de los años ha ido formando un auténtico montículo a los pies de la cruz y ha contribuido a conferir un aire místico al lugar. La sensación que se percibe al llegar a la Cruz de Hierro es indescriptible, es como si se experimentara todo el dolor y el sufrimiento de las personas que han colocado su piedra. Cuando coloqué la mía, me sentí más ligero, me sentí mejor y estallé en un llanto liberador.

Después de la cruz, debes prepararte para un descenso muy complicado de 20 km y seguir, si puedes, recorriendo la vigésima quinta etapa hasta llegar a Villafranca del Bierzo.

 

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La cuarta parte: “Si caminas... vives”

La última parte del camino empieza con una de mis etapas preferidas, la que va de Villafranca del Bierzo a O Cebreiro. Esta etapa puede ser recorrida en dos variantes, y yo elegí la más difícil, que empieza con 600 metros de desnivel positivo, sigue con otros 600 de bajada y, por último, acaba con 1.100 metros de subida. Esta es una de las etapas más duras, pero te recompensa con la belleza de la espléndida aldea de O Cebreiro, situada en la cima de la montaña “Alto do Cebreiro”.

Otra etapa que me gustó mucho es la vigésima octava, que va de Samos a Ferreiros y recorre unos agradables altibajos a través de un paisaje de montaña repleto de puentes y ríos. En esta etapa paso por Sarria, que marca los últimos 100 km del Camino de Santiago y es el lugar del que parten muchos peregrinos porque representa la distancia mínima para llegar a Santiago de Compostela.

Los últimos 100 km son radicalmente distintos con respecto a los anteriores. El Camino está más concurrido, antes caminaba solo y me encontraba a algún peregrino en los albergues, mientras que ahora camino entre decenas de personas que deciden recorrer solo una pequeña parte del peregrinaje. Toda esta gente mina un poco el espíritu del peregrinaje, pero en mi cabeza solo tengo un pensamiento: estoy deseando llegar a Santiago.

Después de Ferreiros recorro otras dos etapas conviviendo con los innumerables peregrinos que han decidido empezar su Camino en Portomarin y llego a Ribadiso, donde me alojo en un bellísimo albergue municipal situado cerca del río. La penúltima etapa, de Ribadiso a O Pedrouzo es muy hermosa y pasa por un bosque casi encantado en el que parece que estés en otro mundo. Cuanto más tiempo pasa, más aumenta la emoción hasta que por la tarde llego a un albergue recién reformado de O Pedrouzo, para hablar exclusivamente del día siguiente y de cómo será llegar a Santiago.

Llega el día siguiente y es uno de los días más bonitos de mi vida, así como de todos los demás peregrinos. La última etapa recorre 19 km, 19 km de adrenalina pura en la que no se siente dolor ni cansancio. Si has conocido a otras personas durante el Camino, recorres la última etapa con ellos y recuerdas los 800 km anteriores con alegría, risas y emoción.

Cuando llegué a Santiago, me acordé de lo que alguien me enseñó hace algún tiempo: cuando llegues a Santiago no mires la basílica, debes llegar con la cabeza gacha al centro de la plaza y solo cuando estés allí levanta la mirada. Sigo el consejo como si fuera una orden, me sitúo en el centro de la plaza frente a la catedral, levanto los ojos y... ¡lo conseguí! Una mezcla de emociones me invade, la inmensa alegría por haber llegado después de tantas fatigas y una cierta melancolía por el final de la aventura. En mi cabeza retumba una frase: “Si caminas... vives”.

 

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En los pies de Diego

Diego ha recorrido la totalidad del Camino con las Garmont 9.81 BOLT, especialmente diseñadas para ofrecer la máxima comodidad durante la caminata e ideales tanto para itinerarios largos como para actividades a paso ligero. Diego ha valorado en particular la amortiguación y la transpirabilidad de estas botas, dos aspectos fundamentales que deben tenerse en cuenta cuando hablamos de caminatas. A pesar de los 800 km recorridos, la suela Michelin® Free Cross ha demostrado estar a la altura al garantizar resistencia y flexibilidad.

La 9.81 BOLT se encuentra ahora también disponible en la versión 2.0 con pala realizada con hilo de nailon regenerado poseedor de la certificación Econyl®.


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