SIMONE FAGNONI
Me llamo Simone Fagnoni, nací y crecí entre cemento y asfalto, en las afueras de Milán, en el barrio de Niguarda, donde viví hasta 2004. Por suerte, mis abuelos tenían una casa de vacaciones en la provincia de Lecco, entre la mítica Grigna y el monte Resegone. Pasaba allí los fines de semana o incluso veranos enteros con mis abuelos, Attilio y Mariuccia.
Mi abuelo, de origen bergamasco, fue alpino de la División Julia, y fue uno de los pocos afortunados que volvió vivo de Rusia, gracias a su fuerte espíritu de lucha e instinto de supervivencia. Me enseñó muchas cosas sin necesidad de hablar mucho. Cada mañana me despertaba temprano para llevarme a la montaña, y siempre regresábamos puntualmente a las 12:00, porque mi abuela Mariuccia servía el almuerzo con la puntualidad de un reloj suizo. Doy gracias a Dios de que en los años 80 todavía no existieran los teléfonos móviles ni otros dispositivos electrónicos para niños. Desde entonces, la montaña y sus deportes —ya sea sobre nieve, hielo o tierra— han formado parte de mi vida.
El cambio llegó en 2006, cuando conocí a mi esposa Jessica, que vivía entre las colinas de Módena. Fue amor a primera vista. Juntos compramos una casa en 2009 dentro del Parque de los Sassi di Roccamalatina (MO), donde nos mudamos definitivamente en 2010. A partir de ahí, mi vida dio un giro total. Me reconecté con la naturaleza, como en mi infancia con mis abuelos. Aprendí a trabajar la tierra, a cultivar hortalizas, a cuidar del jardín y de los árboles, y a ver animales salvajes en mi campo, que hasta entonces solo conocía por televisión o libros.
Para muchos, 2020 fue un año para olvidar, entre el Covid-19 y los confinamientos. Mucha gente perdió la vida y otros cayeron en la depresión. Para mí, sin embargo, fue el año de mi segundo renacer… Un año maravilloso. Después de enfrentar graves problemas de salud a finales de 2019, comprendí que mi vida podía ser corta. Entonces decidí no desperdiciar más mi tiempo y vivir intensamente, sin mirar atrás ni arrepentirme de lo que no hice, persiguiendo una a una mis pasiones.
La montaña, el alpinismo y la escalada deportiva me enseñaron a no rendirme nunca. ¡Y aquí estoy! Me convertí en Guía Ambiental de Senderismo, autorizado por la Región de Emilia-Romaña, y estoy deseando compartir con ustedes mi amor por la naturaleza que nos rodea.
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